Toda una sorpresa para el viajero.
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Paseo por una calle de Iznatoraf. |
Durante el transcurso de un viaje que realizamos por tierras jienenses, nos alojamos en un hotel situado en la localidad de
Villanueva del Arzobispo: el
Hotel Los Chiles. De ese modo quedábamos a mitad de camino de las ciudades de
Úbeda y
Baeza, por un lado, y del
Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas por el lado contrario. Sin duda un punto estratégico para nuestro objetivo. Con lo que no contábamos era con encontrarnos una bonita localidad, desconocida para nosotros, muy cerca del hotel. Es el pueblo de
Iznatoraf, encaramado en lo alto de un cerro y rodeado por sus cuatro puntos cardinales de inmensos mares de olivares. La visita a
Iznatoraf supuso para nosotros todo un descubrimiento.
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Campos de olivos rodean la población de Iznatoraf, en Jaén. |
Siguiendo los consejos que nos dio
Bea Carmona, quien tan amablemente nos trató durante nuestra estancia en
el Hotel los Chiles, y aunque no estaba dentro de nuestros planes iniciales, subimos hasta
Iznatoraf. Allí, además de encontrarnos con las impresionantes panorámicas que rodean al pueblo, nos vimos en un casco urbano en el que, afortunadamente, ningún urbanista trató de poner orden en el entramado urbano que configuran su dédalo de callejuelas.
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Calle de Iznatoraf, en la provincia de Jaén. |
Pasear por las calles de
Iznatoraf es toda una gozada. Sus calles estrechas y de trazado irregular son la solución perfecta para amortiguar los calores estivales al tiempo que suponen un freno perfecto para los aires invernales. Sus vecinos, conocedores de la belleza de sus pueblo, aportan su toque personal llenando todos los rincones con infinidad de macetas. Los coches son inexistentes, en unos sitios porque no pueden acceder, en otros, porque no se les deja entrar. Así pues, te sentirás en una población trazada a la medida humana.
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Calle de Iznatoraf, en la provincia de Jaén. |
A nuestro juicio, y en base a nuestra experiencia recorriendo los pueblos y ciudades de nuestro país, éste, pese a no ser muy conocido, bien debería de formar parte de una imaginaria lista de los pueblos más bellos de
España. Ha sabido conservar el legado urbanístico recibido de sus antepasados, conjugándolo con los avances modernos, sin perder su carácter humano. Es un lugar con vida y no es un pueblo museo. En definitiva, un ejemplo de que la belleza de un pueblo no está reñida con su supervivencia.
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