Andorra también es para el verano.

Además de ser un paraíso para los esquiadores durante el invierno.

Iglesis del románico andorrano.
Hablar de Andorra es pensar inevitablemente en la práctica de deportes de invierno asociados a la nieve. No en balde, este pequeño país de los pirineos tiene como principal industria el turismo, siendo su temporada alta el invierno, cuando las estaciones de esquí, y las cumbres que las rodean, se visten de blanco.  Un un fabuloso atractivo al que los adictos al esquí difícilmente pueden renunciar. Pero este principado posee otros muchos atractivos, algunos de los cuales desgranaremos en este artículo, por los que bien podemos afirmar que este pequeño estado también es para el verano.


El principado de Andorra, en sus 468 kilómetros cuadrados, tiene una población de unos setenta mil habitantes, de los que más de veinte mil viven en su capital: Andorra la Vella. Su principal industria es el turismo, basado principalmente en los deportes de invierno. Para ello cuenta con dos importantes estaciones de esquí bien conocidas para los amantes del deporte blanco: Grandvalira y VallNord.
Logotipos de las estaciones andorranas de VallNord y Grandvalira.
La estación de Grandvalira tiene un total de 118 pistas que suman nada menos que 210 kilómetros de pistas esquiables. Para poder acceder a sus cabeceras los esquiadores disponen de 66 remontes de diferentes tipos que nos ofrecen una idea aproximada de la envergadura de sus instalaciones. Tiene una capacidad de cien mil personas por hora.

La estación de VallNord es algo más modesta que la anterior, aunque también espectacular. Cuenta con 93 kilómetros de pistas esquiables repartidos en 69 pistas a las que se accede a través de 46 remontes. Aun así, su capacidad alcanza la nada despreciable cifre de cincuenta y cinco mil personas por hora.
Panorámica de Andorra.
Los datos expuestos anteriormente indican claramente que Andorra ha apostado por el turismo de nieve, pero en verano, cuando las cumbres se visten de verde, este pequeño país también cuenta con innumerables atractivos por los que merece la pena ser visitados. El románico andorrano, la naturaleza o sus comercios son tres buenos ejemplos.

Basta recorrer sus sinuosas carreteras para ir topándose en sus pueblos los vestigios de un románico muy singular. Altas torres, tejados de pizarra, ábsides semicirculares y sus inconfundibles arquillos en las cornisas son algunos de los elementos identificativos del románico andorrano.
Los lagos son muy frecuentes en Andorra.
Los paisajes andorranos, cuando se completa el deshielo, son ciertamente espectaculares. Praderas verdes, lagos y torrentes que se despeñan a uno y otro lado del valle en busca del Gran Valira forman, a diestro y siniestro, unas estampas magníficas. Unos paisajes que considero tanto o más atractivos que los que ofrecen los cortos días invernales. Es por esta razón es por lo que afirmamos con gran convencimiento que Andorra también es para el verano.

 Pero quien visita el país de los Pirineos, independientemente de si es verano o invierno, no podrá resistirse a vagabundear por sus comercios. Debido a una menor carga impositiva, sus precios son increíblemente atractivos en algunos productos. Por eso el turismo de compras, o según dicen los modernos shopping, tampoco es despreciable.

Localiza el destino en el mapa: