Los comentarios canallas de turistilla.

Adaptación de los precios a la demanda en el turismo rural.
  
El turismo rural no es, ni mucho menos, un fenómeno reciente, sino que es tan antiguo como la esencia misma de los viajes. Lo que si es realtivamente reciente es el boom que se ha producido en estos últimos años. Una explosión que se ha materializado tanto en un importante incremento de la demanda por parte de los clientes como en una extraordinaria ampliación de la oferta a través de la rehabilitación y construcción de numerosas instalaciones en todos los campos de la hostelería.

Ahora bien, tengo la sensación de que esta amplia red de instalaciones está infrautilizada. Es verdad que en ciertos periodos del año como Semana Santa, puentes y numerosos fines de semana se alcanzan unas tasas de ocupación espectaculares. Pero qué ocurre entre semana, invierno y, en general, en temporada baja. Pues que muchas de estas instalaciones están muy infrautilizadas, o sencillamente cerradas.

En este sentido habría que invitar a los empresarios del turismo rural a que mirasen la evolución del turismo de playa que ha pasado de trabajar apenas tres o cuatro meses al año a tener una importante tasa de ocupación durante todos los meses del año. Para ello han trabajado en varias direcciones. Una de ellas ha sido la adaptación de los precios a la demanda de cada momento. No podemos decir lo mismo del turismo rural, cuyos precios, independientemente de la demanda, apenas varían de unas épocas a otras del año. Una de las consecuencias es la que he descrito al principio: las variaciones de ocupación tan extremas entre unas épocas y otras.


Compañías aéreas de bajo coste.

La irrupción, y sobre todo la consolidación, de las compañías aéreas de bajo coste ha supuesto toda una revolución en el transporte de pasajeros por aire. Al principio se las veía desde las otras compañías aéreas -las que tradicionalmente operaban ejerciendo cierto oligopolio- y desde otras organizaciones directamente afectadas, con cierto recelo. Con el tiempo, este recelo se ha convertido en una gran preocupación. De hecho, en estos tiempos de crisis, algunas de las compañías de bajo coste, lejos de empeorar resultados económicos, presumen y airean a los cuatro vientos haber incrementado el número de pasajeros.

Por otro lado, los pasajeros, que gracias a estas compañías son cada vez más, también han perdido el miedo inicial a utilizar los vuelos low cost para sus desplazamientos. Como buen turistilla, he utilizado en varias ocasiones estas compañías y, hasta ahora, todo correcto. Así pues, seguiré utilizándolas si continúan con la misma política de precios.

Ante esta situación es intuible que a no muy largo plazo ha de producirse un reajuste en el precio de los billetes de avión. Por un lado, es previsible que el precio -escandalosamente bajo en las promociones lanzadas por algunas compañías- debe de subir, ya que difícilmente se pueden mantener los costes de mantenimiento de los aviones vendiendo los billetes a esos precios. Pero en el otro lado, los costes excesivamente altos de las compañías tradicionales, también deben de ajustarse si quieren mantener su cuota de mercado. Ya saben que una vez abierta la Caja de Pandora, es muy difícil evitar los truenos.


Cuidar la "industria" del turismo.

 
En España ya hay una dilatada experiencia en el sector turístico. Por ello, afortunadamente, aquella primera imagen que se tenía del turista -unos seres raros, tontos y ricos que poco menos que regalaban el dinero a cambio de casi nada-, ya ha sido superada. Pero se trata de una visión superada, no tanto por convencimiento, sino por necesidad. Por un lado, nuestra moneda ya no es tan atractiva como lo fue en su día la devaluada peseta. Por otro, los destinos más lejanos e inaccesibles, ya están al alcance de cualquier europeo. Y, por si fuera poco todo lo dicho anteriormente, a los españoles que ocuparon las plazas hoteleras que ya no llenaba el turismo exterior, les ha dado por viajar al extranjero, lo cual está muy bien.

Ante este panorama no hay que finiquitar este sector que durante años tan bueno ha resultado a la macroeconomía española. Todo lo contrario. Aprovechando los aciertos y los errores del pasado hay que reconvertir esta "industria" del turismo. La experiencia que tenemos en España no la tienen otros muchos países. Eso nos coloca en una situación privilegiada para poder afrontar los nuevos retos con posibilidad de éxito. Ahora bien, esta reconversión debe de estar apoyada en tres pilares básicos. A saber: la calidad de las instalaciones, la profesionalidad de todos los implicados en el proceso y, la más importante, en el mimo al cliente-turista, que, como dice el tópico, siempre lleva razón.


Acoso al turista.

Si fueran claras las cifras que los ayuntamientos de algunas ciudades españolas se gastan en promocionarse de cara al turismo, seguramente más de uno se escandalizaría. Pero no es mi ánimo criticar este gasto público que, por otra parte, queda sobradamente justificado, y bien amortizado, por los ingresos provenientes de los turistas. Lo que aquí quiero criticar es que esos mismos ayuntamientos miran hacia otro lado cuando esos turistas se ven literalmente acosados por "aparcacoches", "leedoras de manos", "pseudoguías" y demás personajillos de este cariz que acampan por los cascos históricos de algunas ciudades.

Por un lado las corporaciones locales se empeñan en mejorar la imagen de la ciudad por medio de folletos y anuncios publicitarios, mientras que por otro lado asisten impasibles a un deterioro de la seguridad en las zonas más turísticas. ¿Acaso esta forma de actuar no es un desprecio al turista al que primero se le engatusa para que venga y luego se le abandona a su suerte? Pues han de saber esas autoridades que el turista no es tonto, y que tarde o temprano dará de lado a aquellas ciudades que no sean capaces de ofrecer un servicio acorde al anunciado a través de la publicidad.


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