Ciudad medieval de Olite.

Palacios, castillos e iglesias nos transportan a siglos pasados.

Si no fuera por haberse reproducido hasta la saciedad en infinidad de documentos la imagen del castillo-palacio gótico de Olite , el viajero que se acercara por primera vez hasta esta población navarra se llevaría una sorpresa mayúscula. La estampa altiva de las múltiples torres del castillo recortando el horizonte transportan la imaginación a los tiempos de los lances caballerescos de la corte del rey Carlos III el Noble, principal promotor de la obra.



A decir verdad, no es uno, sino dos los palacios que se yerguen: el viejo y el nuevo. El primero, del que se conservan muy pocos muros originales, ha sido hábilmente convertido en un lujoso Parador de Turismo. El segundo, el nuevo, tras sufrir un incendio que lo dejó maltrecho, fue restaurado a mediados del pasado siglo ofreciendo la imagen actual. Este edificio fue declarado monumento nacional en 1925.

Pero el encanto de esta población enclavada en la Navarra Media no se reduce, ni mucho menos, a estas dos construcciones. Murallas inexpugnables, casas solariegas con espectaculares aleros de madera, iglesias con portadas a modo de retablos o conventos, en los que milagrosa y sabiamente se ha transformado el fruto de la vid en vino, invitan al recorrido pausado de las calles empedradas.

Con este decorado tan espectacular, las fiestas medievales que se celebran en agosto encuentran en las plazuelas y calles el escenario perfecto para el despliegue de toda la parafernalia que acarrean consigo. Huelga decir que durante los días del mercado medieval es el periodo más aconsejable para visitar la ciudad. No obstante, si no puedes hacer coincidir tu visita con las representaciones medievales, no importa. la ciudad muestra su esplendor en cualquier época del año y, seguro estoy de que no defraudará las espectativas de ningún turista.

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