Ayúdanos a elegir el mejor relato de viajes.
De acuerdo a las bases del "II concurso de relatos cortos de viaje Turistilla.com" comienza la segunda fase para elegir el relato ganador del certamen literario. El pasado viernes, día veinte de mayo, el jurado seleccionó los siete relatos finalistas de entre los cuarenta y ocho que fueron aceptados en el cuncurso. Ahora toca decidir cual es el ganador. Si lo deseas, puedes ayudarnos a decidir cuál es el vendecor del concurso. Lee los relatos finalistas y vota por el que más te guste. Si sigues leyendo este post puedes ver cuáles han sido los relatos finalistas. Recuerda que la fecha límite para poder votar termina el día siete de junio.
Los votos que lleve cada relato los puedes ver reflejados en la pestaña del concurso literario. La actualización de los votos no es automática, sino que se irá haciendo de forma periódica. En la misma página queda relejada la fecha y hora de la última actualización.
LOS RELATOS FINALISTAS SON:
Bajo el sol del Sahara.
Autor: Cris Osnola.
No podía creer lo que estaba pasando. Simplemente no me cabía en la cabeza. Miré a mi padre totalmente sulfurada y él me devolvía una mirada de disculpa intentado así suavizar el enfado que ya sentía.
Traté de calmarme contando hasta diez como suelen decir cuando no quieres explotar y decir todo lo que sientes, pero esos diez acabaron siendo veinte y después ya perdí la cuenta. Por lo que simplemente suspiré enfadada y dejé de mirarle. Sigue leyendo ...
El corazón de un hombre vestido de monje budista.
Autor: Moby Dick
De pequeña tenía miedo de los payasos. No me hacían nada de gracia vestidos así. Eran demasiado distintos, demasiado pintados y demasiado falsos. Como si fueran una raza de extraterrestres. Hasta que un día , vi como a uno de ellos se le caía la nariz roja que llevaba pegada. Se le abrieron los ojos sorprendidos y me miró con la sonrisa pintada en la mirada. Ese día empezaron a caerme bien los payasos porque, al fin y al cabo, sólo eran personas vestidas de payasos. Sigue leyendo ...
El paraíso perdido.
Autor: M.P.R.
A principios de noviembre del año dos mil uno, mi buen amigo Rodrigo se hizo una pregunta tan breve y concisa como difícil de entender para un fiel agnóstico como yo: “¿dónde se esconde el Paraíso?” Poco tiempo después, sin apenas cuestionarse las consecuencias que podía acarrear su decisión, se embarcó en la desordenada aventura de buscar la respuesta a dicha cuestión; respuesta que, por criterio personal, completaría el puzzle de su felicidad: un lugar, la inspiración, su “yo” interior, el sentido de la vida… o al menos una puerta, una salida para la intransigente inquietud de su mente. Y un buen día se lanzó al vientre de Sudamérica, pues una extraña voz interior, quizá una voz del pasado brotada de un viejo libro que una vez cayó en sus manos, le había dicho que allí encontraría la respuesta. Sigue leyendo ...
A principios de noviembre del año dos mil uno, mi buen amigo Rodrigo se hizo una pregunta tan breve y concisa como difícil de entender para un fiel agnóstico como yo: “¿dónde se esconde el Paraíso?” Poco tiempo después, sin apenas cuestionarse las consecuencias que podía acarrear su decisión, se embarcó en la desordenada aventura de buscar la respuesta a dicha cuestión; respuesta que, por criterio personal, completaría el puzzle de su felicidad: un lugar, la inspiración, su “yo” interior, el sentido de la vida… o al menos una puerta, una salida para la intransigente inquietud de su mente. Y un buen día se lanzó al vientre de Sudamérica, pues una extraña voz interior, quizá una voz del pasado brotada de un viejo libro que una vez cayó en sus manos, le había dicho que allí encontraría la respuesta. Sigue leyendo ...
En Singapur a deshoras
Autor: B. J. M.
A veces pasa. Tú estás tan tranquilo, como siempre, dejando correr tu vida despreocupadamente y contemplando al mismo tiempo desde la lejanía lo que hacen los demás con la suya, y de pronto, casi sin darte cuenta, te hallas ante uno de esos cruces de caminos en los que se supone que por una vez tienes que tomar una decisión. Como cuando el indolente Rudolf Rassendyll, que había llegado a Zenda con la única aspiración de pasar un entretenido día de pesca, se encontró con que le pedían por favor que suplantara por unas horas al mismísimo rey de Ruritania. O como cuando el niño Kim oyó contar al viejo lama la historia de su solitario viaje en busca del legendario Río de la Flecha. Sí, bueno, a veces pasa, -es lo que los antiguos llamaban aventura-, pero normalmente solo en las novelas. En la vida real pasan otras cosas. A ver si me explico. Sigue leyendo ...
A veces pasa. Tú estás tan tranquilo, como siempre, dejando correr tu vida despreocupadamente y contemplando al mismo tiempo desde la lejanía lo que hacen los demás con la suya, y de pronto, casi sin darte cuenta, te hallas ante uno de esos cruces de caminos en los que se supone que por una vez tienes que tomar una decisión. Como cuando el indolente Rudolf Rassendyll, que había llegado a Zenda con la única aspiración de pasar un entretenido día de pesca, se encontró con que le pedían por favor que suplantara por unas horas al mismísimo rey de Ruritania. O como cuando el niño Kim oyó contar al viejo lama la historia de su solitario viaje en busca del legendario Río de la Flecha. Sí, bueno, a veces pasa, -es lo que los antiguos llamaban aventura-, pero normalmente solo en las novelas. En la vida real pasan otras cosas. A ver si me explico. Sigue leyendo ...
Eternidad inacabada.
Autor: E.A.A.
En un recodo del Amazonas Raúl se abrocha el salvavidas ayudado por Laura que ya tiene el suyo colocado. Una pequeña canoa, con un motor en la parte de atrás, se mueve en exceso obligando a los turistas a ocupar los bancos de madera, viejos y ennegrecidos, para buscar la seguridad. Apenas dos metros de ancho por cinco de largo ocupa la defensa contra las aguas del río más caudaloso del mundo.
Un avión desde Europa les dejó en otro mundo, otro avión, más pequeño les situó cerca de la selva y un todo terreno, cargado de polvo, les introdujo en un viaje de cinco horas fuera de la civilización que conocen, donde los móviles, la prisa, la electricidad y la seguridad han perdido su sentido, para dejarnos en la orilla del río. Sigue leyendo ...
La playa.
Autor: F.G.O.
Ahora que recuerdo, desde que hice aquél viaje el lumbago no ha parado de fastidiarme. Si quiere que le diga la verdad, el motivo de mi queja no es el dinero dilapidado en los contratiempos, ni el perder el avión de regreso, y ni mucho menos las molestias de la espalda. El motivo es “la playa” que se vende en los folletos propagandísticos, paradisíaca como la playa que sale en la película del Leonardo di Caprio, pero sin información geográfica ni topográfica del lugar, sin conocimiento en absoluto de las tribus salvajes del lugar, ni su cultura. Supongo que su compañera de la agencia le ha contado todo. Cuando uno ve esas playas enseguida sabe que tiene que visitarlas, que representan el paraíso perdido, la paz, lo genuino y maravilloso contrapuesto al mundo loco éste que se abandona con el último avión o barco. Sigue leyendo ...
Ahora que recuerdo, desde que hice aquél viaje el lumbago no ha parado de fastidiarme. Si quiere que le diga la verdad, el motivo de mi queja no es el dinero dilapidado en los contratiempos, ni el perder el avión de regreso, y ni mucho menos las molestias de la espalda. El motivo es “la playa” que se vende en los folletos propagandísticos, paradisíaca como la playa que sale en la película del Leonardo di Caprio, pero sin información geográfica ni topográfica del lugar, sin conocimiento en absoluto de las tribus salvajes del lugar, ni su cultura. Supongo que su compañera de la agencia le ha contado todo. Cuando uno ve esas playas enseguida sabe que tiene que visitarlas, que representan el paraíso perdido, la paz, lo genuino y maravilloso contrapuesto al mundo loco éste que se abandona con el último avión o barco. Sigue leyendo ...
Perdido en el Amazonas
Autor: J.E.D. El último año de mi libertad viví la experiencia única de conocer el Amazonas. El broche de oro fue recorrer el brazo principal del mítico río desde Tabatinga hasta Manaos, en un barco de carga y pasajeros. Brasileños de la zona, algunos turistas europeos y de otros países de América fueron mis compañeros de expedición. Lorenzo, un científico francés, sería quien iba a marcar el rumbo, no del viaje sino de mi destino.