Seña de identidad de Zaragoza.
Basílica del Pilar. Zaragoza. |
Una buena forma de aproximarse a la belleza de la basílica es alejarse y contemplarla con la perspectiva de la distancia. De ese modo se apreciará el armonioso perfil que configura el conjunto de torres y cúpulas de tejados con cerámicas coloristas que conforman su cubierta. Para ello, es necesario cuzar el caudaloso río Ebro por el puente de piedra y, desde la orilla contraria, en la arboleda de Macanaz, se encontrará alguna de las panorámicas más hermosas y fotogénicas de Zaragoza.
En el interior de la basílica sorprenderá la profusión decorativa en muros, retablos, cúpulas etc. pretender aquí un recorrido descriptivo de cuantas joyas artísticas se acumulan sería largo y tedioso. Baste con destacar los frescos de la cúpula Regina Martírum, obra del aragonés Francisco de Goya, o el Museo Pilarista, en el que se puede contemplar una amplia colección de mantos y demás joyas que, mediante donaciones, ha ido recibiendo la Virgen del Pilar.
No hay que marcharse de esta ciudad sin antes subir a la torre de la basílica que está habilitada para las visitas. Desde allí, a vista de pájaro, se podrá disfrutar de panorámica que la laberíntica techumbre del edificio ofrece al visitante. Además de proteger el interior de las adversidades meteorológicas, constituye por sí solo un compendio de belleza. También quedará a los pies del visitante toda la ciudad maña, la quinta más populosa de nuestro país.
Tras la visita de la Basílica de Ntra. Sra. del Pilar, bien merece la pena perderse por las intrincadas callejuelas que configuran el Barrio del Tubo. El turista descubrirá en El Tubo de Zaragoza un amplio abanico de bares y restaurantes en los que disfrutar de los placeres culinarios.
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