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Un paseo por la ciudad de Oporto.

A orillas del río Duero.

Torre de la iglesia de los Clérigos.
Sucede en ocasiones que la ciudad a la que dirige sus pasos el viajero cuando emprende una escapada por Europa no es aquella a la que pretendía hacerlo. Imprevistos de última hora provocados por las más variadas situaciones dan lugar a que accidentalmente vayamos a una ciudad diferente a la que en un principio habíamos dirigido nuestra mirada. Eso es lo que nos sucedió a nosotros con la ciudad portuguesa de Lisboa. Nuestro propósito era pasar la noche en Lisboa, pero por una serie de circunstancias, que no vienen al caso, tuvimos que hacer cambios de última hora y, aunque en el mismo país, tuvimos que dirigir nuestro viaje a Oporto. Ahora, a toro pasado, vemos que el cambio fue para bien ya que por una serie de rezones que vamos a exponer a continuación, la ciudad nos enamoró.


Puente de Luis I sobre el río Duero a su paso por la ciudad de Oporto.

Lo primero que tenemos que destacar es la buena comunicación que nos encontramos en la ciudad de Oporto para desplazarnos desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad. El metro, que realiza casi todo su recorrido sobre tierra, te lleva al corazón de la ciudad sin necesidad de tener que realizar ningún transbordo, lo cual siempre es de agradecer, sobre todo si se viaja con maletas. Ya desde nuestro hotel realizamos un recorrido con el que fuimos conociendo el ambiente y los edificios más representativos de la segunda ciudad más populosa de Portugal.

Vista general de la ciudad de Oporto en el Duero en primer plano.

Lo que más llamó nuestra atención fue lo que, sin duda, es el icono más representativo de la ciudad: el puente de Luis I que atraviesa el río Duero, ya camino de su desembocadura. La imponente estructura metálica que conforma este puente monumental une ambas orillas a través de dos plataformas. Y si el puente es el icono de la ciudad, el río Duero es la arteria que le ha dado vida a lo largo de la historia a la economía local. Nos parece imprescindible recorrer sus orillas, ya sea para visitar alguna de las bodegas cuyo vino ha exportado el nombre de la ciudad a todo el mundo, ya sea para poder sentarse en alguna de las numerosas terrazas que jalonan su fluir pausado. En sus muelles veréis amarradas las típicas barcas con las que tradicionalmente se traía hasta las bodegas el fruto de viñedos que aguas arriba, en ambas orillas, van madurando día a día hasta la época de la vendimia.

Imagen de una calle de la ciudad portuguesa de Oporto.

Pero en la ciudad de Oporto no podemos dejar de visitar algunos otros lugares que forman parte esencial de la idiosincrasia de esta ciudad lusa que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La catedral de la Sé do Oporto, encaramada en un promontorio, es posiblemente el edificio religioso más notable, pero no olvidemos tampoco visitar la iglesia y torre de los Clérigos. Pero los rincones más encantadores los hallaréis por la zona más antigua, la que se acerca al río Duero. Un alto obligado es la visita a la estación de san Bento en la que encontraréis buenos ejemplos de azulejería, o el edificio de la Bolsa, emblema de su prosperidad económica.

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