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Una visión crítica de las oficinas de información turística.

REFLEXIONES DE KOFY, EL GATO VIAJERO.

Practicando esto por lo que tanta pasión siento, que es hacer turismo, me he topado con muchas oficinas de información turística. Las he visto de todos los gustos y colores. Algunas, quizá las menos, se ajustan a lo que yo creo que debe de parecerse una institución de este tipo. Pero otras, no se si atreverme a decir que la mayoría de las que he visitado, pero en cualquier caso muchas, creo que son perfectamente prescindibles. Y digo prescindibles, no porque crea que es malgastar el dinero público crear oficinas en las que ayudar al viajero. Todo lo contrario. El derroche se produce cuando estas oficinas son gestionadas mediante métodos obsoletos y atendidas por personal inadecuadamente preparado para desarrollar una buena labor al frente de ellas.


Malgastar el erario público es crear unas instalaciones que luego están cerradas. Estoy convencido que más de un centro de aires vanguardistas se ha construido con esta finalidad durante los años de bonanza económica y después nunca llegaron a abrir sus puertas al público. Tan convencido estoy de ello que podría citar algún ejemplo, pero prefiero no hacerlo por no sonrojar a nadie.

Otra situación muy repetida es la de aquellas oficinas de información turística que encontramos cerradas los domingos. Eso sí: abren los miércoles. Debe de ser que en esos pueblos la afluencia de turistas es más intensa entre semana que durante lo fines de semana. ¡Qué suerte tienen! Allí no tendrán que trabajar por la desestacionalización del turismo. Dejando a un lado las ironías, esta situación tan ridícula deberían de ser un tema a considerar por los máximos responsables de su gestión.

Pero sigamos avanzando e imaginemos que hemos dado con una oficina de información y turismo operativa y abierta, aunque sea domingo. Hay que reconocer que ha habido suerte, porque si la hemos encontrado es porque está bien ubicada, lo cual no siempre es así. Algunas oficinas están instaladas en zonas de la ciudad por las que difícilmente encontramos a un turista. Sorprendente, ¿verdad? Pues les aseguro que haberlas, las hay.

Otro tema muy interesante es el personal que te atiende en ellas. He de reconocer que hay empleados que te reciben amablemente y con una sonrisa de oreja a oreja. Aún más, cuando te transmiten la información solicitada lo hacen con tal entusiasmo que sales convencido de que vas a visitar las mayores maravillas del mundo. Ahora bien, esto que debiera ser lo habitual, suele ser la excepción.

Lo más frecuente es que te atiendan de un modo muy aséptico, por no decir que antipático. Vamos, ni fu ni fa. Te cuentan un rollo que resulta más aburrido que la reproducción de una locución de audio. Al salir, es tanta la información que te han querido transmitir, que no te acuerdas de nada. Y me pregunto yo: ¿no sería más correcto escuchar la pregunta para luego responder a cada turista según sus necesidades? Pues no. Da lo mismo que vayas a dedicar a visitar el lugar en cuestión una tarde, un fin de semana y una semana entera. O que vayas buscando arte, naturaleza o gastronomía. A todos se les cuenta lo mismo.

También me fastidia mucho cuando intento que me orienten a la hora de localizar un restaurante en el que comer. Todos te dicen que no te pueden recomendar ninguno, pues se deben a todos. ¡Y una mierda! Pienso yo. Si están para informar, pues informen. Todos los restaurantes del mundo se pueden clasificar en base a unas características: caros o baratos, comida tradicional o nouveau cuisine, ambiente clásico o vanguardista... Si no quieren tomar la decisión de qué restaurantes recomendar, hagan unas encuestas y faciliten la información que éstas reflejan, Pero informen. Si tratan a todos los establecimientos igual, sin serlo, los únicos perjudicados serán aquellos restauradores que se esfuerzan en ofrecer calidad.

Lo que no falla en ninguna oficina de información turística es la pregunta con la que te despiden: ¿De dónde vienen ustedes? En una ocasión en la que viajaba con unos amigos de Cuenca, la persona que nos atendió, cuyo lugar no voy a citar, aunque sí diré que estaba en una de estas autonomías con alto grado identitario, nos preguntó: "¿Y Cuenca donde está? ¿En Murcia?" No sé si era la sobrina del alcalde o la tonta del pueblo, porque si no era lo uno, ni lo otro, o tal vez ambas cosas a la vez, ¿válgame Dios el nivel de la educación en ciertos lugares? Esperemos que la historia del pueblo se la hubiera estudiado mejor.

Anécdotas aparte, esto de que te pregunten el lugar de origen supongo que sirve para realizar los correspondientes estudios estadísticos del número y procedencia de los turistas. Lo que No tengo muy claro es la fiabilidad de estos estudios, pues considero que muchos turistas no pasan por estas oficinas, o centros de recepción de visitantes, como eufemísticamente les gusta bautizar a estos sitios.

Más todavía, a mi, y supongo que a otros muchos también, les gusta documentarse sobre el destino a visitar antes de emprender el viaje. En estos lances también tengo experiencias dispares. Las hay que te envían un dosier importante con folletos variados a otros que pasan olímpicamente de ti. En una de las últimas en las que solicité información recibí como respuesta el siguiente mensaje (y transcribo literalmente). "Buenas: Este fin de semana no hay nada a destacar, pero se puede visitar el municipio y recorrer sus calles y museos que son muy interesantes.". Así tal cual. Sin ningún añadido. Esa fue la respuesta que recibí de una oficina de turismo de un lugar cuyo nombre no quiero acordarme, cita cervantina que viene muy al caso. No sé otros días, pero me da que ese día, quien me dio esa respuesta no se ganó el sueldo.

Pero si vamos más allá, un empleado de una oficina de información turística debería de ser un poco community manager. Pues no solo tiene que informar a quien visita o quiere visitar un lugar, sino que también debe de hacer todo lo posible que mucha gente quiera viajar a ese lugar cuyos atractivos turísticos es su misión dar a conocer.