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Yo no soy un turista. O quizá sí

REFLEXIONES DE KOFY, EL GATO VIAJERO.

Kofy, el gato viajero.
Oiga usted. No se confunda conmigo. Yo no soy un turista. Yo viajo por vocación, para conocer otros lugares diferentes a mi lugar de residencia. Son tantas las ganas de viajar que corren por mis venas que, en cuanto mi situación laboral me deja unos días libres, ya estoy planificando un viaje. Especialmente en Semana Santa y en verano, que es cuando la empresa en la que trabajo me concede periodos más largos de vacaciones. Pero eso sí, soy un viajero, o si lo prefiere un aventurero, pero jamás un turista. Es más, odio a los turistas, esos seres que nos amargan, en más de una ocasión, los viajes a quienes de verdad viajamos con este espíritu superior. Para que se convenza usted de todo ello le voy a ofrecer una serie de argumentos con los que voy a dejar claro que no soy un turista.


Una de las cosas que más odiamos las personas como yo son las aglomeraciones de turistas en aquellos lugares hermosos que visitamos. Nos da mucha rabia no poder realizar una buena fotografía sin que en nuestro encuadre aparezcan decenas, quizá centenas, de turistas, cámara en mano, intentando fotografiar esos mismos lugares. Desvirtúan el paisaje y rompen todo su encanto. Deberían restringir el paso a estos lugares a los turistas para que los verdaderos viajeros podamos valorar en toda su esencia estos escenarios mágicos.

También nos produce mucho coraje la circunstancia de que en muchas ciudades hayan proliferado unos personajes dedicados a poder engañar o robar al turista. Unos personajes que, por desgracia no saben distinguir entre turistas y viajeros y, como consecuencia, nosotros también nos convertimos en objetivos de sus fechorías. Posiblemente, si no hubiese tanto turista, esta especie no se hubiese desarrollado. Pero ahí están, intentando aprovecharse de la vulnerabilidad que tienen los turistas en un país extranjero y, lo que es más grave, tratando por igual a los viajeros, pese a que no somos turistas.

Cuando organizo un viaje, algo que me produce cierto desasosiego es ver como los viajeros tenemos que pagar más caros los billetes de avión, o las estancias en los hoteles, porque no podemos viajar en fechas diferentes a las utilizadas por los turistas. Ya nos gustaría a nosotros viajar en temporada baja, pero por las características productivas de nuestra empresa, no podemos elegir el calendario de nuestras vacaciones. Entendemos que por aquello de la oferta y la demanda, esos días suban los precios de los servicios que utilizan los turistas, pero debería de habilitarse alguna fórmula para que nosotros, los viajeros, no nos viéramos afectados injustamente por estas fluctuaciones. Al fin y al cabo, como defendemos en este artículo, nosotros no somos turistas.
Turistas inmortalizando su viaje.
Y qué me dicen del idioma. Viaja unos a miles de kilómetros de distancia para coincidir, no con uno, sino con muchos compatriotas. Tal es así, tantos turistas hay, que hasta han puesto guías en nuestro propio idioma. ¡Con lo divertido que es chapurrear otras lenguas, o manejarnos en el idioma universal de los gestos! 

Compartir experiencias.

Visto todo lo anterior, a los viajeros de verdad, a los que no nos gusta nada la compañía de los turistas, solo nos queda salirnos de las rutas turísticas de los países que visitamos. Pero claro, eso significa renunciar a los paisajes más espectaculares, los monumentos más magníficos o las fiestas más originales. Todas ellas, cosas de las que no podemos prescindir pues, en definitiva, son los atractivos que nos impulsan a viajar a un lugar u otro. ¿Por qué irán también allí los turistas?

"Viajeros o turistas. Quizá sea una mera cuestión lingüística: llamar de forma diferente a la misma cosa. Sinonimia pura y dura."

Si no es suficiente todo lo expresado en los párrafos superiores, le diré que a nosotros, los viajeros, nos gusta contar nuestras viajes a otras personas. Por eso compartimos nuestras experiencias escribiendo sobre los lugares visitados o publicando imágenes de las gentes con las que nos vamos cruzando. Los turistas, en cambio, llegan al trabajo a presumir de donde estuvieron el fin de semana y en la primera reunión familiar en la que tienen oportunidad, sacan el álbum de fotos de sus últimas vacaciones para poder enseñar las instantáneas que capturó su cámara. 

Aunque, pensándolo bien, si analizamos en profundidad todo lo dicho, y dejamos a un lado las ironías, quizá no existen diferencias entre ser viajero o turista. Quizá sea una mera cuestión lingüística: llamar de forma diferente a la misma cosa. Sinonimia pura y dura. Si así es, debiera retractarme de todo lo dicho anteriormente con mucha ironía y afirmar con rotundidad que sí soy un turista. Otro turista más. O tal vez solo un turistilla.