Páginas

Rumbo a Évora con el Opel Astra Sport Tourer.

Un cóctel de historia y última tecnología.

Junto al acueducto de los Milagros.
Durante un largo fin de semana hemos tenido la oportunidad de probar la avanzada tecnología que ofrece a los conductores el Opel Astra Sport Tourer. Para ello hemos emprendido un largo viaje que nos ha llevado hasta la localidad portuguesa de Évora, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Una experiencia en la que se han combinado a partes iguales la historia que rezuman las piedras milenarias de algunas ruinas romanas o ciudades cargadas de leyendas con los avances tecnológicos del sistema OpelEye que se convierte en el mejor aliado del conductor. Un placer doble cargado de buenas sensaciones gracias a que, tanto el viaje, como el destino, han ayudado a entender lo que es disfrutar de la vida.


En la primera jornada, tras la toma de contacto con el Opel Astra Sport Tourer, emprendimos camino rumbo a Évora haciendo una primera parada junto a las ruinas romanas de Talavera la Vieja, ya en Extremadura, que se asoman majestuosas a las aguas remansadas en el embalse de Valdecañas. Un primer tramo que sirvió para familiarizarnos con OpelEye, el copiloto inteligente que hace mucho más segura la conducción del vehículo. Tras estirar las piernas dando un paseo por entre las columnas de lo que parece el peristilo de un templo, proseguimos camino hasta la localidad de Trujillo.
Opel Astra ante las ruinas romanas de Talavera la Vieja.
Trujillo es una ciudad de conquistadores que tras sus hazañas en el nuevo mundo, regresaron a su pequeña patria para construirse lujosos palacios en los que pasar sus últimos días. En la plaza mayor de Trujillo encontramos la estatua ecuestre de unos de estos conquistadores: Francisco Pizarro. Esta estatua se ha convertido en el icono más conocido de una ciudad que hay que pasear con lentitud. A pocos metros de la estatua citada se encuentra otro monumento -en este caso gastronómico- que no hemos querido pasa por alto: el restaurante la Troya. Tras la contundente comida de este singular establecimiento continuamos camino hasta el lugar en el que íbamos a descansar la primera noche.

La segunda jornada continuamos camino a Évora haciendo un alto junto al Acueducto romano de los Milágros, en Mérida. Tras pasear un rato bajo las arcadas de tan soberbia obra por el parque ribereño del arroyo Albarregas, nos pusimos en dirección a la ciudad lusa. El navegador del Opel Astra Sport Tourer mostró una fiabilidad y exactitud sorprendente. Llegamos al punto de destino con una puntualidad británica. Allí nos esperaban la Capela dos Ossos, la Catedral, el Templo Romano, la calle 5 de Outubro, el acueducto y las murallas de una ciudad que merecidamente ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad.
Opel Asra junto al templo romano de Évora.
De regreso a España, ya de noche, descubrimos otra de las maravillas que ofrece el Opel Astra Sport Tourer: los faros inteligentes adaptativos. El conductor debe olvidarse por completo de encender o apagar luces o cambiarlas de cortas a largas. Un sistema automático se encarga de adaptar el tipo de luz del vehículo a las circunstancias que el tráfico requiere en cada momento. Una adaptación que, para mi gusto, logra con mucha precisión.

La última jornada tocaba regreso a casa. Para ello planificamos una parada en la localidad cacereña de Guadalupe. Ello nos permitió, además de regresar a esta bella población crecida en torno a uno de los monasterios españoles que más devotos arrastra, probar la respuesta del Opel Astra Sport Tourer a las sinuosidades de las carreteras secundarias. La experiencia no pudo ser más favorable.
Opel Astra delante del monasterio de Guadalupe.