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Carcasona, una ciudad medieval al lado de los Pirineos.

Pasear por sus calles es iniciar un viaje al pasado.

Ciudad de Carcasona.
Francia posee algunas ciudades medievales, tan bien conservadas, que deambular por sus estrechas calles es como emprender un viaje al pasado. Una de esas ciudades es Carcasona, muy cerca de la frontera con España. Su castillo forma parte de la ruta de los Cátaros, siendo uno de los lugares más visitados del país. Sorprende su magnífico buen estado de conservación que se debe al empeño de un arquitecto que, con una clarividencia impropia de su tiempo, el siglo XIX, fue consciente del enorme valor patrimonial que albergaba la ciudad. Hoy, a los viajeros, solo nos queda disfrutar con los cinco sentidos de toda esta maravilla.

La ciudad de Carcasona está situada en el sur de Francia, muy cerca de la cordillera de los Pirineos. Más concretamente diremos que se encuentra en el departamento de Aude, en la región de Languedoc-Rosellón. Su privilegiado emplazamiento la ha convertido históricamente en un importante cruce de caminos que unían, por un lado, el océano Atlántico con el mar Mediterráneo, y por otro, la Meseta Central con la Península Ibérica. Es por ello que desde muy antiguo hay vestigios de que este lugar ha estado habitado por el hombre.
Torres del Castillo Condal de Carcasona, Francia.
Si tuviéramos que hablar de los primeros pobladores de Carcasona, habría que retrotraernos a varios siglos antes de Cristo. Pero como el rigor histórico no es nuestro principal objetivo aquí, bastará con decir que fue durante los siglos XII y XIII cuando la ciudad vivió su mayor esplendor. Era época de Cruzadas Albigenses y Herejías Cátaras. Años duros en los que la ciudad estaba bajo el dominio de los vizcondes de Trencavel. A ellos se les debe la construcción de los principales edificios que configuran el recinto monumental de la vieja ciudad de Carcasona.

Pero del mismo modo que inexorablemente ha sucedido en otras ciudades, a los años de luces le siguieron siglos de sombras. Carcasona, que no ha sido ajena es este ingrato devenir, vio como sus moradores se fueron desplazando a las afueras de las murallas, quedando la zona intramuros al albur de la ruina y el olvido. No fue hasta el siglo XIX cuando, de la mano de Viollet le Duc se inició un concienzudo proceso de restauración sin el cual esta hermosa ciudad posiblemente hubiera desaparecido, o, al menos, no la hubiésemos conocido tan hermosa como se nos presenta hoy en día.

Puera Narbonesa de Carcasona, Francia.
Si bien es cierto que la monumentalidad de Carcasona no se reduce a la parte de la ciudad amurallada -la cité-, es a esa zona a la que le vamos a prestar aquí nuestra atención. Así hizo anteriormente la Unesco, que la incluyó en la lista de Patrimonio de la Humanidad en 1997. Tres kilómetros de muralla rodean este recinto. Una muralla formada por dos cinturones de los que sobresalen 26 torres con una altura que, en algunos puntos, alcanzan los diez metros de altura. Un dato que nos da idea de su grandiosidad. Para entrar en su interior nada mejor que hacerlo desde alguna de sus puertas monumentales: la Narbonesa o la de Aude.

El castillo condal, pegado a las murallas, es la construcción más destacada de la cité. Es la máxima expresión del poder alcanzado por la familia Trencavel. Al pasear por sus dependencias es fácil entender algunos aspectos de la vida medieval.
Basílica de Saint Nazaire, Carcasona, Francia.
Muy cerca se encuentra la basílica de Saint Nazaire. Antaño fue una catedral consagrada por Urbano II pero, cosas de la historia, perdió tal rango y hasta quedó reducida a un mero establo durante la Revolución Francesa. Hoy la conocemos como basílica. No obstante, podemos apreciar en su esbelto porte los aires de un pasado más glorioso. No hay que perder detalle de sus vidrieras. Dicen que son de las más hermosas del sur de Francia.

Cassoulets, plato típico de Carcasona, Francia.
Una visita a esta hermosa ciudad francesa no sería completa sin un tranquilo paseo por sus viejas calles. Entre las tiendas de recuerdos y los numerosos restaurantes descubriremos muchos rincones con encanto. Y hablando de restaurantes, imprescindible degustar las Cassoulets. una joya de la gastronomía francesa típica de esta ciudad. Un guiso de alubias blancas y carne que nos resulta tan delicioso como contundente.

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