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Annecy, una ciudad de cuento de hadas.

Capital del Alto Saboya, en Francia.


La Venecia de los Alpes, la Perla de los Alpes Franceses o la Venecia de la Saboya son algunos de los apelativos que ha recibido esta localidad. Unos apelativos que hacen honor a su belleza enmarcada por los Alpes y decorada por los canales que surcan la vieja ciudad antes de fundirse sus aguas con las de un idílico lago. Una ciudad muy postalera que bien puede resumirse con la imagen, un millón de veces reproducida, del Palacio de la Isla

Con una población que supera con amplitud los 100000 habitantes, el cantón francés de Annecy es la capital del departamento de la Alta Saboya, perteneciente a la región Auvernia-Ródano-Alpes. Este departamento comparte fronteras con Suiza e Italia, por lo que, como es fácil imaginarse, las montañas alpinas son un elemento imprescindible de su orografía.


La ciudad está ubicada junto a un amplio lago que tiene por nombre el mismo que la ciudad. Junto al lago Annecy, y surcada por varios canales se asoman las coloristas casas de la ciudad vieja que están profusamente decoradas con infinidad de flores. Pasear por sus calles y cruzar los canales por alguno de sus numerosos puentes es un deleite para los sentidos. 

Desde unos de esos puentes el viajero tendrá ante sus ojos la magnífica postal que ofrece el Palacio de la Isla. Sin duda alguna, la imagen más repetida de la ciudad. Este palacio fue en otros tiempos palacio de justicia y posteriormente prisión. Ahora es la sede del Museo de Historia de Annecy.


Otro hito imprescindible es el puente de los Amores, en los Jardines de Europa. Este no es tan fotogénico, pero rezuma romanticismo por sus cuatro costados. Cuenta una leyenda, muy del gusto de los turistas, que quienes se besan en él permanecerán unidos toda la vida. 

Callejeando por su entramado medieval, decorado con multitud de coloridas flores, hay que dirigir los pasos a otra cita de obligada visita: el castillo. El esfuerzo de ascender hasta el alto en el que se yergue la construcción es recompensado con las espléndidas vistas que desde allí se obtienen.


Por último, el viajero no debe abandonar esta ciudad de Francia sin disfrutar de alguna de las propuestas que ofrece el lago. Enrolarse en algunos de los barcos que los recorren, alquilar una barca de pedales, o hacerse con una bicicleta para recorrer su orilla son algunas de ellas.

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