Para disfrutarlo en cualquiera de las ciudades más turísticas.
Al pensar en el chocolate no se podrá evitar, sea la hora que sea y tanto a aquellos a los que les gusta con locura, como a aquellos otros a los que no les atrae tanto, que se haga la boca agua. Si además se une en una misma conversación chocolate y viajes, no quedará más remedio que dirigir la charla a Bélgica, país en el que se venera esta delicatessen.
Bruselas, la capital, Brujas, también conocida como la Venecia del norte, o Gante, cuna de Carlos I, el más universal monarca español, además de ser unas ciudades preciosas para visitar, se pueden considerar las mecas del chocolate. Ciudades de las que todos sus visitantes se llevan muchos recuerdos, bonitas imágenes y, por supuesto, alguna que otra caja de esta pequeña delicatessen de la que disfrutar a su regreso a casa.
Al pensar en el chocolate no se podrá evitar, sea la hora que sea y tanto a aquellos a los que les gusta con locura, como a aquellos otros a los que no les atrae tanto, que se haga la boca agua. Si además se une en una misma conversación chocolate y viajes, no quedará más remedio que dirigir la charla a Bélgica, país en el que se venera esta delicatessen.
Bruselas, la capital, Brujas, también conocida como la Venecia del norte, o Gante, cuna de Carlos I, el más universal monarca español, además de ser unas ciudades preciosas para visitar, se pueden considerar las mecas del chocolate. Ciudades de las que todos sus visitantes se llevan muchos recuerdos, bonitas imágenes y, por supuesto, alguna que otra caja de esta pequeña delicatessen de la que disfrutar a su regreso a casa.
Los belgas fueron de los primeros en desarrollar diferentes formas de consumo de chocolate, destacando el chocolate sin leche. Doce fábricas, dieciséis museos y más de 2100 tiendas de chocolate dan fe de que se trata de un país en el que el chocolate es un elemento esencial de su idiosincrasia.
En la ciudad de Bruselas, uno de los lugares que no deben pasarse por alto es el museo del cacao. A tiro de piedra de la Grand Place -una de las más hermosas plazas de Europa- es visita obligada para los amantes del chocolate. Allí se puede asistir a una demostración donde conocer secretos acerca de su fabricación.
Pero no es necesario acudir al museo del cacao para saborear un buen chocolate. En los alrededores de la Grand Place, y en toda la ciudad, se pueden encontrar boutiques especializadas en las que adquirirlo para regalo, o simplemente donde poder darse un soberano gustazo.
Y no solo en Bruselas se puede encontrar un sin fin de chocolates de diferentes colores, sabores y texturas. En Brujas o Gante, visitas imprescindibles si se está de viaje por Bélgica, también , casi en cada calle, existen establecimientos especializadas en este suculento producto. En definitiva, todo un país que gira alrededor de tan exquisito y dulce manjar.
La tentación es mucho más irresistible admirando los escaparates de los comercios especializados. Las cuidadas exposiciones del chocolate tras los cristales son una obscena incitación para dejarse atrapar por las garras de este dulce pecado.