Una ciudad anclada en el pasado.
Pocas ciudades se pueden encontrar en la vieja Europa que conserven un ambiente de otro tiempo como el que puedes descubrir en la ciudad maltesa de Mdina. Cuando se traspasan las puertas de la muralla, el viajero se sentiría trasladado varios siglos atrás de no ser por los miles de turistas que inundan sus calles. Una ciudad conservada como pocas y en la que los elementos disonantes apenas existen.
Mdina fue la antigua capital de Malta. Su posición estratégica en un altozano ubicado en el centro de la isla permitía una amplia panorámica de todo el territorio. De hecho, desde sus muros puede verse perfectamente la ciudad de La Valetta, actual capital de este pequeño estado.
Parece ser que la ciudad de Mdina fue fundada por los fenicios casi un milenio antes del nacimiento de Cristo. No obstante, la mayoría de los edificios que la conforman son muchos más recientes, aunque todos ellos con mucha historia a sus espaldas.
Las acciones que se han ejecutado para su conservación han sabido mantener vivo el ambiente medieval de la ciudad con mucho acierto. Tal es así, que el visitante siente que está recorriendo un museo arquitectónico en el que todo está minuciosamente cuidado. Callejas de altos muros, fachadas con esculturas barrocas y arte, mucho arte, convierten el recorrido en un placer para los amantes de la cultura.
Las acciones que se han ejecutado para su conservación han sabido mantener vivo el ambiente medieval de la ciudad con mucho acierto. Tal es así, que el visitante siente que está recorriendo un museo arquitectónico en el que todo está minuciosamente cuidado. Callejas de altos muros, fachadas con esculturas barrocas y arte, mucho arte, convierten el recorrido en un placer para los amantes de la cultura.
Entre los edificios más destacados hay que citar la Catedral, cuyos orígenes se remontan al siglo XI, aunque su estado actual se debe principalmente a la reconstrucción llevada a cabo en el XVII. También hay que visitar el convento de las Carmelitas en cuyo interior se puede admirar una hermosa cúpula profusamente decorada con pinturas muy detallistas. Palacios de portadas monumentales, museos que albergan joyas artísticas y otros edificios de diferentes finalidades convierten la ciudad en un museo al aire libre. No es de extrañar que sus calles se hayan convertido en numerosas ocasiones en una plató para muchas secuencias de Juego de Tronos.
Pero más allá de este o aquel edificio, en Mdina destaca el conjunto. Al travesar la puerta de sus imponentes murallas, el viajero se ve rodeado de un conjunto arquitectónico extraordinario. Puede ser recorrido a pie, o en algunos de los carruajes cuyos conductores se afanan en explicar con detalle los entresijos de la ciudad a sus pasajeros. Estos carros ofrecen una pincelada de color del mismo modo que lo hacen alguna que otra cabina telefónica de impactantes color rojo que recuerdan el pasado colonial de la isla.
A Mdina se la conoce como la Ciudad del Silencio, un sobrenombre que, en ocasiones, quizá sea difícil de entender. Cuando los pasajeros de los cruceros que llegan hasta la isla y se acercan a Mdina invadiendo sus calles, lo de la Ciudad del Silencio no encaja muy bien. Pero cuando sus calles se vacían de turistas, la imagen que ofrece la ciudad es bien distinta. Así pues es muy recomendable visitarla en temporada baja, o incluso por la noche, cuando sus estrechos callejones se llenan de soledad.
A Mdina se la conoce como la Ciudad del Silencio, un sobrenombre que, en ocasiones, quizá sea difícil de entender. Cuando los pasajeros de los cruceros que llegan hasta la isla y se acercan a Mdina invadiendo sus calles, lo de la Ciudad del Silencio no encaja muy bien. Pero cuando sus calles se vacían de turistas, la imagen que ofrece la ciudad es bien distinta. Así pues es muy recomendable visitarla en temporada baja, o incluso por la noche, cuando sus estrechos callejones se llenan de soledad.
Localiza el destino en el mapa: