...que explica su diabólica construcción
El hombre a lo largo de la historia, cuando no podía explicar algún fenómeno, recurría a la invención de mitos y a la narración de leyendas. Durante los oscuros siglos del medievo, ante la incomprensible grandiosidad del Acueducto de Segovia, los locales idearon varias leyendas para poder explicar su construcción. La más famosa de ellas es la que atribuye esta grandiosa obra al mismísimo Diablo.
Cuenta dicha leyenda que una joven tenía por tarea diaria la de acarrear agua hasta el centro de la población desde un manantial ubicado al otro lado del valle. Tan pesada tarea provocaba las quejas continuas de la moza, cansada de subir y bajar, día tras día, las empinadas laderas.
Sus quejas y lamentos eran conocidos por todos los vecinos y tan grandes eran que cuentan que un día llegó a gritar que vendería su alma al Diablo por librarse de tan tediosa labor. Lucifer, presto a no perder tan atractiva propuesta, se presentó ante la joven a la que engatusó con otra no menos interesante proposición. Le ofreció a la joven, a cambio de su alma, construirle un acueducto que le librara del trabajo que tantos sudores le costaba.
La joven quedó asustada ante el encuentro con el mismísimo rey de las tinieblas y, no sabiendo como salir del embrollo, le dijo que solo le entregaría el alma si la obra la concluía en una sola noche. El Diablo no se lo pensó dos veces y se puso manos a la obra.
Al mismo tiempo que un ejército de seguidores de satanás, piedra a piedra, iba levantando el acueducto, la joven no dejaba de rezar para que el diablo no se saliera con la suya. Tanto rezó y tan sinceras fueron sus plegarias que surtieron el efecto deseado. Cuando los alarifes se disponían a colocar la última piedra, un rayo del sol les sorprendió por el horizonte. De esa forma el alma de la joven se libró de un oscuro destino al tiempo que el agua llegó hasta el centro de la ciudad de Segovia. Así es como la leyenda explica como los segovianos se olvidaron de la ardua tarea de portear el agua que tanto esfuerzo les suponía.
Esta curiosa leyenda es la razón por la que en la calle de San Juan se ha erigido una estatua dedicada al Diablo. Pero es un diablete muy moderno ya que, como los modernos turistas, se muestra echándose un selfi con la bimilenaria construcción romana. Si bien es cierto que la escultura fue recibida con ciertos recelos por parte de un sector de la población, la hermosa leyenda bien la merece un hito para que se conozca como un patrimonio inmaterial de la ciudad.
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