Una de las grandes maravillas de la humanidad.
El Monte Saint Michel es Monumento Nacional desde 1874 y fue incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1979. Ambos datos dan idea de la relevancia de dicho enclave y del tiempo que hace que se tomó conciencia de que se trata de un lugar de gran importancia. Tal es así que su imagen ha sido reproducida infinidad de veces a través de todos los soportes imaginables.
La historia del Monte Saint Michel se remonta al año 708, cuando Aubert, obispo de Abranches, decidió levantar en este enclave un santuario en honor al Arcángel San Miguel. Muy poco tiempo después el lugar se convirtió en un lugar de peregrinaje instalándose en él una comunidad Benedictina.
Con el paso de los siglos, la abadía y el pueblo fueron creciendo y fortificándose. Durante la Guerra de los Cien Años el Monte Saint Michel resistió todos los ataques ingleses convirtiéndose en todo un emblema de la resistencia francesa. Tras la Revolución de 1789, la comunidad religiosa fue expulsada convirtiéndose la abadía en cárcel, función que cumplió hasta 1863.
La abadía del Monte Saint Michel ofrece un amalgama de estilos arquitectónicos que responden a los diferentes momentos en los que se han construido, o se han reconstruido, cada una de las partes que lo componen. Románico, gótico o renacentista son estilos que están muy bien representados.
Desde la distancia, la enhiesta aguja neogótica, construida en 1897 y coronada por la estatua del Arcángel San Miguel, es lo que más destaca. Pero cuando el visitante recorre las diferentes estancias de la abadía su asombro aumente tras cada nueva dependencia que visita. La iglesia abacial, el claustro formado por finas y delicadas columnas, la cripta de recios pilares, el refectorio con su cátedra desde la que se recitaban las sagradas escrituras durante las comidas, la sala de los caballeros... Todo ello conforma un conjunto arquitectónico extraordinario.
A los pies de la abadía, pero a resguardo de las murallas, creció un pueblo que con el paso de los siglos ha sabido conservar su esencia medieval sin alteraciones discordantes. Solo la omnipresente presencia de tiendas de souvenirs y restaurantes delatan el tiempo presente.
Pero aún con todo lo citado anteriormente, lo más extraordinario del Monte Saint Michel es el lugar en el que se erigió. Un islote rodeado por agua cuando la marea está alta, o por inmensos arenales húmedos cuando la marea baja, convierten este lugar en un paraje único que solo la valentía de gente atrevida pudo convertir en lo que ahora pueden admirar los turistas.
Localiza el destino en el mapa: