Joya arquitectónica y símbolo de la independencia de Portugal
El Monasterio de Batalha se encuentra en la localidad del mismo nombre, en el distrito de Leiria. Fue mandado construir por Joao I para cumplir la promesa que el 14 de agosto de 1385 le hizo a Nuestra Señora si vencía a las tropas castellanas en la batalla de Aljubarrota. Como salió victorioso de la contienda, garantizando de ese modo la independencia de Portugal, al año siguiente se comenzaron las obras del monasterio de Nuestra Señora de la Victoria. Joao I, impulsor de la obra, entregó el monasterio a los dominicos, quienes permanecieron en él hasta la extinción de las órdenes en el siglo XIX.
En la actualidad, cada 14 de agosto, se celebran festejos rememorando aquella victoria. Incluso una de las dependencias del monasterio, la sala capitular, alberga el monumento en recuerdo al soldado desconocido. Un monumento junto al que hacen guardia dos soldados del ejército portugués.
Joao I encargó la obra a los arquitectos Alfonso Domingues y Huguet. El monasterio también se pensó como panteón real. De ese modo una de las capillas más monumentales del conjunto es la Capilla del Fundador, en la que reposan los restos de Joao I y su esposa Filipa de Lencastre.
El rey Duarte, hijo de Joao I, también quiso tener su panteón en el Monasterio de Batalha y encargó la construcción de un nuevo panteón. Pero su muerte prematura impidió que se concluyera su encargo. Son las llamadas capillas imperfectas, que más preciso sería llamarlas capillas inacabadas. Aunque inconclusas, estas capillas representan una de las obras culmen del gótico portugués.
Además de las estancias citadas, el monasterio de Batalha merece la pena ser recorrido con tranquilidad, pues todo él es una obra de arte. En este recorrido hay que prestar especial atención al Claustro de Joao I, el más antiguo de los dos claustros que posee el monasterio, cuyas tracerías muestran la exuberancia del arte manuelino. En la sala Capitular se conserva una excelente vidriera del siglo XVI. El antiguo refectorio, que se ha reconvertido en museo de ofrendas al soldado desconocido, es otra de las estancias abiertas al público. Otro elemento muy llamativo es la iglesia del monasterio, cuya nave central, con más de treinta metros de altura, es una de las más grandes del país.
Si el viajero no ha satisfecho su amor al arte con la visita al Monasterio de Batalha, muy próximos a él puede conocer otros dos edificios conventuales de gran interés artístico. Son el Monasterio de Santa María de Alcobaça y el Convento de Cristo de Tomar.
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