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Cabo de Gata, un reducto de costa virgen en el Mediterráneo.

Paraje natural de especial relevancia.

Las Sirenas en el Cabo de Gata.
Aunque parezca mentira, todavía es posible encontrar algún tramo de costa mediterránea en la que el urbanismo salvaje no lo ha invadido todo. Para comprobarlo, basta con acercarse hasta el Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar. Allí, en esta esquina de la Costa almeriense, la línea de luces que delimitan el litoral, y que a su manera marca el grado de urbanización costera, se interrumpe de tal modo que durante la noche el faro del Cabo de Gata más parece indicar la presencia de una isla que un entrante de la península en el mar como es en realidad. Este hecho me parece motivo suficiente para la declaración de este territorio como Parque Natural. Por cierto, esta es solo una de las múltiples figuras de protección paisajística con la que cuenta. Geoparque, Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Reserva de la Biosfera o Humedal de Importancia Internacional son otras figuras administrativas con las que ha sido reconocido.

Verano Azul en Nerja.

Tras las huellas de la serie que marcó una época.

Playas de Nerja desde un mirador.
Hay ciudades que son famosas por alguna construcción singular, otras por su entorno paisajístico, o tal vez por algún acontecimiento histórico que sucedió en su entorno. La mayor fama de Nerja, en cambio, le viene dada por una serie televisiva que entretuvo a familias enteras durante los años ochenta: Verano Azul. Una serie dirigida por Antonio Mercero que, dado su gran éxito inicial se repuso durante varios años en televisión Española cuando llegaba la estación estival. Al ritmo del peculiar silbido de un grupo de chicos montados en bicicleta, toda España conoció, a través de la pantalla de su televisor, la existencia de esta hermosa localidad en la provincia de Málaga

Ruta de las Villas de Benicàssim.

Huellas presentes del turismo de la Belle Époque.

Villa Torre, en Benicàssim. (*)
Aún recuerdo con cariño los seis meses que viví a caballo entre la ciudad de Castellón y la turística localidad de Benicàssim. Mi juventud de entonces, por un lado, y la belleza y amabilidad de los castellonenses, por otro, hicieron de esa etapa de mi vida un recuerdo imborrable. Posteriormente he vuelto en varias ocasiones y, los recuerdos se han reavivado en una población que ha sabido adaptarse a las nuevas tendencias sin renunciar a sus orígenes en esta aventura por el sector turístico. En este artículo queremos poner el acento en esos momentos incipientes de una industria, la turística, que se ha convertido en la seña de identidad y, otro más de los atractivos de este bello rincón del mediterráneo.